El Gran Cuestionario Impertinente (Parte 3)


CAPÍTULO 3

“Ciertos recuerdos son como amigos comunes, deben saber hacer reconciliaciones.” (Marcel Proust)

Existe un momento mágico en la vida del ser humano en el que la memoria, sin más, despierta. La compleja maquinaria del cerebro empieza a comprender los mecanismos del tiempo. Una vez que somos capaces de distinguir lo que ya ha sucedido de lo que está sucediendo, nos embarcarmos también en el aprendizaje y la comprensión de otros rasgos inherentes al pensamiento: el deseo, la hipótesis, el cálculo, la organización. Hay quien dice recordarse a sí mismo en la cuna, aun sin poder distinguir si es un verdadero recuerdo o tan sólo un sueño. La pregunta estaba llamada a desvelar uno de los aspectos más enigmáticos de nuestra raza: el amanecer de la memoria.

¿Qué es lo primero que recuerdas en tu vida?

Dëagol


No sabría decir cuál es el primer recuerdo de mi vida. Recuerdo muchas cosas de cuando era niño, pero no estoy seguro de cuál es la primera en el tiempo. Quizá la causa de mi cicatriz en el labio superior, una caída en el colegio cuando aún era un párvulo.

Valkyrie

Probablemente aprender a andar. Por un pasillo muy estrecho y un suelo de tablas de maderas que arañaban los pies.

Ilitia

Un campo con mucha luz, los primeros despuntes de un sol de invierno que empieza a ser cálido. Margaritas, muchas margaritas.

Pablo

Que nací dormido y mi madre creía que estaba muerto, y las campanas de la iglesia de mi pueblo repicando.

Aponia

Con tres años lloraba porque me apenaba que mi padre no supiera dibujar.

Neu

No lo sé con seguridad; que me caí de un castillo y estaba sola.

Chus

Desgraciadamente no recuerdo cuando estaba enganchado a la teta de mi madre, los primeros recuerdos nítidos se remontan poco más que a Barcelona ’92 con el espectáculo de la Fira dels Baus.

Mara

Lo primero que creo recordar es pincharme con un cactus.

Vicente

La altura de la puerta de la guardería, una puerta altísima… vista desde abajo, se me hacía inalcanzable.

Jaume

Valladolid. Mi yo de tres años tratando de dar de comer a las palomas. Las largas piernas de mi padre moviéndose a mi lado. “¡Deja que se te acerquen!”, decía. “¡No tengas miedo!”.

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