Escala evolutiva del afecto

Ayer

Nuestra dicha era colosal, inabarcable, y tan auténtica que podía rozarse con las puntas de los dedos… cuando el deseo se manifiesta, poco puede hacer la naturaleza humana al respecto: los sentidos se esclavizan, el alma se subyuga, y hasta el más fuerte corazón se siente tentado a arrojarse al vació; especialmente los corazones fuertes, pues son estos los más necesitados de calidez y protección. ¡Cuan simple resulta el mundo cuando se ama! ¡Cuan tiernas y resbaladizas se tornan nuestras angustias! Es el momento en el que la realidad se manifiesta en toda su desnudez; en su jugosa, dominable desnudez. ¡Cómo disfrutábamos jugando a amar!

Hoy

La psicóloga me dijo que lo mío era un mecanismo de defensa de lo más habitual. En terminología freudiana, mi actitud recibiría el nombre de “negación”: dado que soy incapaz de afrontar la angustia que deriva de lo que ella llamó “mis verdaderos sentimientos”, he optado por convencerme a mí misma de que le odio. Estuve cerca de sugerirle un buen lugar por donde meterse sus teorías. Ella tiene otro problema llamado “fijación”, pues ha demostrado ser incapaz de romper los empalagosos barrotes de su etapa universitaria y desarrollar ideas propias, en lugar de masticar todo cuanto Freud le envía indiscriminadamente desde la tumba. Algunas personas aprenden el placer de no compartir ni entregar la vida; eso es todo lo que me ocurre, y no es tan extraño. Los supuestos pensadores harían bien en aceptarlo.

Mañana

Era domingo 24, así que a Alberto y a mí nos tocó visitar la Unidad de Desarrollo Familiar. El escáner encefálico y las pruebas de cronoempatía confirmaron que existían ciertos problemas de incompatibilidad no planeados, pero por lo demás, la línea prediseñada para nuestra relación funcionaba acorde con lo esperado. El esperma de Alberto recibió una puntuación de 8.32, lo que significa que procrearemos dentro de pocos meses. La Unidad sugirió que, para estimular la probabilidad de fecundación, mostrara con regularidad “acciones afectivas para con mi cónyuge, incluyendo caricias, ósculos y frases tiernas”. Sigo pensando en el significado de esto. Confiamos en la UDF como se nos ha enseñado, no comprendo por qué debería decir cosas que no pienso. Es espantoso advertir que, con toda probabilidad, era eso lo que hacía la gente de antaño.

PKD





"Lástima que ella no pueda vivir, ¿pero quién vive?"



Una frase que funciona en mí como un despertador: cada vez que la recuerdo, la noche anterior se esfuma de mi memoria.


En mi mundo, todo tiene los días contados. Especialmente la melancolía.



No cambiaría un penique de mi inocencia ni por ochocientos quilates de vuestra tristeza.

Atonement






Se sobrevive, y se hace siempre con la boca cerrada, sin exigir cuentas ni homenajes. Se sobrevive, porque en las entrañas no hay fuego sino confetti. Se sobrevive, y de postre se cosechan rasguños; golpes que o bien acaban heredando nuestros hijos, otorgándole así al linaje su excusa para el deterioro, o bien terminan pasando por el fogón, convirtiéndose en un caldo reconfortante y a veces hasta jugoso. Se sobrevive porque en el fondo se es siempre inmortal, infalible en un último centímetro macizo. Se sobrevive porque se aprende, se aprende porque se perdona, se perdona porque se olvida,






Se avanza.

Pilotos del sonido



Es al estar a solas con la música cuando los veo danzar en el aire: esos cinco soldados de una carne que ya no existe, esos dedos que silban, rasgan, sostienen, viajan, y sin que yo pueda evitarlo, se llevan los míos por el camino. Al fin y al cabo, es ahí donde has de estar, detrás del altavoz, en la sala de espera del sonido. Porque tú nunca hiciste las paces con esa voz chillona, rasgada que te obligaba a pedir las cosas de otra forma. Por eso fluía de ti aquella paz al sentarte entre acordes y arpegios; a fin de cuentas, era tan sólo otra voz la que ahí empleabas. El sonido que construías y manipulabas era demasiado cálido y auténtico como para incubarlo en tu garganta.





Me pregunto a menudo cuál fue la última canción que escuchaste. Deseo que sea una canción insignificante, una canción que pudieras olvidar antes de caer; que nada, ni de forma remota, pueda vincular a tu muerte lo mismo que te identificó en vida. Quizá ya sea tarde: hay demasiadas notas que parecen llevar tu pseudónimo inscrito. En todas ellas tiembla esa incomprensible paz, esas valientes sonrisas que sólo eras capaz de destapar con una guitarra entre las manos.



A Raúl


(Keep on touch, my friend)





Into Perspective

Parece que empezó con las cañerías. Sé que ya estaban discutiendo cuando se estropearon; fue cuando él se puso así por primera vez. Ella no le dio importancia hasta más tarde, cuando se cayó la chimenea y la electricidad empezó a fallar y ya sabes. Entonces fue cuando él empezó de verdad. En una casa tan antigua te esperarías algo así, pero por lo visto él no. Recuerda lo que te contaba por entonces. Lo que ella me contaba. Hasta qué punto estaba asustada. Tuve que decirle, Yolanda, tú vives con miedo, no es así como quieres estar, tampoco el niño. Ella llegó a pensar que quizá tenía una doble cara, que quizá tendría que haberlo conocido mejor antes de casarse. Hasta que pasó aquello, en Octubre. Dicen que el crío no se enteró, que fue instantáneo. Mira, ya se ha discutido bastante ese tema. No sé si tuvo él parte de culpa en el accidente. Quizá no. O quizá, quién sabe. No pienso echar más leña al fuego. Pero, desde entonces, no ha vuelto a tener ningún ataque de esos. Eso desde luego.







-

Encendamos la luz por un tiempo.

Ventana Oscura

La noche es inhumana. Nadie sabe
cómo se cierra esa ventana oscura
si no lo hace con su propia llave,

replegado en su sombra y sin usura,
con la memoria más que nunca alerta,
dispuesta a no pactar con la cordura.

La confidencia siempre desconcierta
y un poco más la amnesia lisa y llana,
esa que olvida a cara descubierta.

Después de todo, si nos da la gana
podemos olvidar, y es poca gloria
ese olvido. La noche es inhumana

ave de muerte, muerte migratoria
que anida en estos ojos y propone
otros que ya no ven escapatoria.

Ignoro cómo se las descompone
para ser tan oscura, tan oscura,
y conseguir que yo se lo perdone.

El pasado es un rostro que madura,
una herida en el sueño, un devaneo,
dos o tres signos para la aventura.

El futuro es un tímido rodeo
al tiempo sin revés, al tiempo muerte
que desgasta las piedras y el deseo.

Unos tienen la ruina, otros la suerte
de mirarse mirando, espejo y pozo.
De todos modos, hay que ser muy fuerte

O cobarde de un modo escandaloso
para no rechazar el desafío
y contemplar en calma ese espantoso

gesto que se muere, y admitir: es mío.


Mario Benedetti

Lavativa

No me interesa lo que vomite vuestra pálida conciencia.


Vuestros días transcurren en un antilimbo en el que no podéis evitar mantener la mente encendida, como si os aterrara cerrar los ojos por tan sólo un segundo. Os causa tanto pavor lo que os consume por dentro, que habéis desarrollado una preocupante dependencia por lo que sucede fuera; el torero agita su capote y vosotros lo corneáis sin preguntaros el propósito.


Llegáis al punto de engañaros, mirándoos al espejo y no viendo nada fuera de lugar, hasta que encendéis la televisión y, carcomidos por la obediencia, os comparáis. El vacío que se imprime en vuestros rostros al subir al metro, al esperar al autobús, al sentaros en el banco, os delata. Confíáis en un mundo que no habéis creado y aun así pedís felicidad.


Atisbáis un clavo suelto en el marco de una ventana y os apartáis, como si os aterrara adivinar vuestra propia sangre. Sois lineales y predecibles. Dejad atrás esa inocencia prefabricada y gritad; gritad hasta que los ventanales del mundo se estremezcan, dejad que sus añicos bailen al son de vuestra -ahora sí- despótica declaración. Empezad a pisotear en lugar de limitaros a andar por una cuerda floja. Mandad la ropa a otra vida, a otra constelación, a hacer puñetas. Danzad, cantad, expresaos. Hundid los puños en la arena y recoged con ellos cuanta impudicia os quepa para desnudaros ante los ojos de Dios. Moved la lengua por mí.

Hands Cover Bruise

- ¿Por qué no podías dormir?
- Estaba en la ventana. En la ventana de mi salón.
- ¿Quién?
- Yo intentaba apartar la vista, pero seguía ahí, agazapado entre los matorrales. Inmóvil. Tan sólo mirándome.
- Tan sólo mirándote.
- Si me levantaba y me movía hacia otra parte del salón, su mirada me seguía. No me servía de nada irme, por ejemplo, a la cocina, porque sabía que al volver al salón seguiría ahí, tras la ventana. Imagina que tienes que irte a dormir sabiendo que vas a tener la misma pesadilla, noche tras noche.
- Pero esto no era una pesadilla.
- Su cara... no podría decirte cómo era. Sé que era un hombre, quiero decir que era de este mundo. Pero aun así era extraña. Jamás parpadeaba. Como una máscara incrustada en una faz, o viceversa. Nunca, nunca parpadeaba. Y yo no dejaba de preguntarme cuándo sucedería. Cuándo entraría. Daba vueltas por el salón, siempre bajo su mirada, y me lo preguntaba una y otra vez. Cuándo se decidiría a entrar.
- ¿Y qué hiciste?
- Dejar de preguntármelo.





.

Go ahead. Take your best shot.



XXV.

Nunca regreses a lo que fue tu hogar.
Encontrarás un motel extraño
donde ya nada se deja tocar,
donde no quedan ya motivos
que te recuerden.

Quizá lo mejor sea correr, siempre;
dejar espacio tras espacio a toda prisa,
cerrar toda puerta tras de ti
para que nada reaccione
ni regrese
una vez estés fuera.
Para negarle al eco y las sombras
su billete de vuelta.
Armar un tótem de ritmo y sigilo
que tuerza la memoria.
Ser más astuto
Que el tiempo mismo.
Desbaratar la intención misma
antes de que te ande buscando.

El mundo
se vive a cien por hora
para así no tener tiempo
con el que añorar.

Enlightenment

- Así que eres hacker. No sabía que se pudiera vivir de eso.
La imaginó por un momento como si fuera una más de entre las millones de líneas de código que había procesado a lo largo de su vida. Nada más que una cadena de combinaciones binarias, comandos y ecuaciones; un cuerpo matemático que se cree humano.
- Pues así es. Es lo que he sido durante toda mi vida. Y lo único que sé hacer.
El chico sostenía el vaso de cerveza con el pulgar y el índice, como si fuera una copa de vino. Incluso la agitaba un poco en lo que parecía algo a medio camino entre el artificio y la inestabilidad mental. Miraba a los ojos al hablar, pero no parecía responder directamente a ninguna mirada.
- ¿Pero cómo te ganas la vida? ¿Pirateas cuentas bancarias o algo así?
- Podría hacerlo, en realidad es demasiado fácil, pero no. Trabajo para diversas empresas.
- ¿Qué empresas?
- Es un poco complicado de explicar.
- Bien, pues ponme a prueba.
La chica le había dedicado una sonrisa desafiante después de decir eso. En retos intelectuales no me ganarás, chaval. Bebió de su cerveza y mantuvo después el vaso en la mano.
- ¿Qué sueles hacer cuando estás en una página cualquiera y aparece un pop-up de publicidad?
- Pues... cerrar la ventana, normalmente.
- Normalmente, no. Siempre. No te interesa nada de lo que te ofrecen; tú no entras en manicura.com para que te vendan una moto, literalmente una moto. Aceptas a la publicidad como algo que tiene que estar ahí, al igual que en la calle o en la tele, para que el sistema funcione. Hasta aquí todo correcto, ¿verdad?
La chica asintió.
- Sin embargo, el propósito de la publicidad es que funcione. Hay muchas empresas cuya presencia en Internet depende de la publicidad, y la publicidad desaparece si no sirve de nada. Y ahí es donde entro yo. Manipulo estadísticas para que las empresas que cuelgan sus anuncios crean que mucha gente clica en los pop-ups. Y aquí está el truco...
Echó un nuevo trago antes de continuar.
- … no se pueden manipular las estadísticas sin más, porque las empresas publicitadas normalmente utilizan sus propios programas para rastrear la IP de los visitantes. Así que altero los comandos de cada página web para que, cada vez que entras en ella, el explorador entre primero en la página de la empresa publicitada y luego te redirija automáticamente a la web inicial. El resultado es que, cada vez que entras en Internet, estás visitando sin saberlo cientos de páginas de publicidad. Todo esto, por supuesto, sin que el explorador lo registre.
- Entonces… ¿te pagan para engañar a las empresas que, a su vez, pagan por colgar publicidad?
- Les sale a cuenta. Y hay cosas mucho más retorcidas. ¿Sabes por qué cerró Napster?
- Diría que por orden judicial.
Levantó un índice pálido, enjuto, tenso como un trozo de tiza, y lo agitó en el aire.
- Si fuera por eso, no habrían aparecido más programas similares. La gente paga un dinero por una conexión ADSL para poder conectarse a Internet durante todo el día y descargarse todo lo que quieran. Algunas empresas de telefonía pagan en secreto a discográficas y productoras de cine y TV para que Ares, Emule y etcétera mantengan el flujo de archivos sin que nadie llame a los tribunales; al menos era así hasta que esto se legalizó bajo el nombre de Spotify. Y no hablemos de Megaupload, Rapidshare y otros servidores de descarga directa de archivos. Esos me pagan para colgar archivos falsos –porno y cosas así- sólo para que la gente descargue más y más cosas, el tráfico se mantenga y así todas las empresas tengan su dinero. Es así.
La chica restó en silencio. Mantuvo la mirada fija en la de él, como si intentara percibir algún atisbo de sarcasmo.
- ¿Realmente funciona Internet así?
Él la miró con una expresión divertida.
- ¿Qué quieres decir?
- No lo sé, tal y como lo estás pintando… es como si todos engañaran a todos.
- No es “como si” todos engañaran; todos engañan. La televisión lo hace de constante y no parece que la gente se queje.
- Ya, pero tú estás ahí en medio y sólo contribuyes a que esto vaya a peor.
- Despierta, chica. Es el siglo XXI. Y yo no tengo la culpa de que las cosas estén como estén; me limito a hacer lo único que se me da bien.
- Si todos fueran como tú, hace tiempo que nos habríamos extinguido.
- Lo sé. Pero tú, aun sabiendo todo esto, te conectarás a Internet esta misma noche y confirmarás que ya estamos extintos –y terminó su cerveza.


End of the line


Cruzas la fila de pinos, el sendero estrecho, la verja blanca; pese a la oscuridad, aún puede distinguirse el jazminero; un guardián silencioso que rodea la puerta frontal. Parece que oye tus pasos, porque abre la puerta antes de que puedas llamar. Quizá su voz ha cambiado un poco, quizá también la cara. Es difícil de decir.
- Sí, sabía que vendrías por esta hora. Acabo de oír el coche. Pasa.
Sigue ahí, (Welcome back, hon!), bordado en la alfombra rosa de la entrada. Parece raro que siga ahí; quizá no sería ninguna sorpresa si la hubiera quemado.Todo está como hace unos días, lo que no es decir mucho. Hay como una distancia. Sonríe, señala el asiento, ofrece el té; pero aún así, no parece estar haciendo realmente nada. Al menos nada en lo que tú debas participar.
- Ya te dije que éste no era un buen momento. Sabes que me importas, que siempre me voy a alegrar de verte. No es un buen momento para hablar, nada más. No me entero mucho de lo que pasa ahí fuera.
En la cocina, en cambio, no queda ningún rastro de lo que dejaste. Claro que tal vez no pisaste demasiado la cocina. Quién sabe, dos años es mucho tiempo; debiste al menos comprar alguno de esos muñequitos de la pastelería y ponerlo encima del microondas. Te hubiera gustado verlo ahí ahora.
- No...se me ocurre nada que pueda decirte, creo que lo he dicho todo ya. Al menos tan bien como he podido explicarlo. No le pido a nadie que se esfuerce en comprenderme porque a veces puedo ser un desastre, me doy cuenta. Lo hago, lo digo lo mejor que puedo.
Esta mesa, en cambio, es distinta. Tampoco tiene ningún rastro físico de lo que fue tu paso por ahí, pero así y todo, la mesa parece tuya. No hace falta colocar nada ahí encima; la mesa misma lo confirma, es un axioma inmediato y encima delante de tus narices. Estuvieron tus macarrones, tus lentejas, tu arroz al curry y tu intento de paella, y también tus cervezas y tus vasos de vino. Tus ceniceros.
- Ocurre que estas cosas pasan. El tiempo pasa. Y yo soy la clase de persona que, que, que debe estar aquí. Que debe estar sola. Es una constante en mí. No lo veas como algo que compadecer, porque no lo es. Yo estoy bien. Estoy muy en calma. Contigo también estuve bien. Pero en el fondo seguía faltando algo. Siempre seguía faltando algo.
Un día os tumbásteis sobre la mesa cuando ni siquiera habíais retirado los platos. Respirásteis durante un buen rato y después os mirásteis. También durante un buen rato. No te habría importado no volver a moverte en la vida. El resto del cosas, al final, no importan. Últimamente casi nada importa.
- Tú sabías que antes de conocerte ya era así. Sé que te lo he mencionado varias veces. En mí todo tiene una vida muy corta, las relaciones no son una excepción. Relaciones amistosas, relaciones serias, bueno, qué más da. Siempre he terminado por evadirme de ellas. Creo que lo sabías. Si no, es tal vez porque en realidad nunca me conociste.
No recuerdas muchos conflictos. Algún malentendido, algún debate que termina saliéndose de lugar, estupideces de la convivencia. Desde luego, nada serio. La cosa tardó en empezar a torcerse; puede que unos dos o tres meses antes del final. Y no se puede decir que alguno de los dos tuviera la culpa de esos problemas, cuando surgieron. Eso fueron cosas casi inevitables. Es decir: fueron inevitables.
- Lo mismo he cambiado. Yo qué sé. Igual debería decir que he regresado a la normalidad. Claro que me acuerdo de ti. Siempre voy a acordarme de ti, de alguna forma u otra. Pero, en fin, eso es lo que nos pasa siempre con casi todo el mundo. Tú eras más importante, desde luego. Pero es lo mismo: al final, cada uno por su camino y yo por el mío. No sé muy bien hacerlo de otra forma.
No fue tan duro al principio. No dejó de ser una etapa de transición, claro, con todo lo que eso conlleva; hubo cosas a las que costó acostumbrarse. Pero asumiste desde el principio que se había acabado y que no convenía darle demasiadas vueltas. Había otras muchas cosas por hacer. Se sufre, pero eso siempre termina pasando por la razón que sea; la cuestión es seguir adelante. Intentar permanecer tranquilo. No se puede hacer mucho más.
- Claro que estuve bien contigo. Mucho más que bien. Esto no tiene nada que ver con el rencor, ni con el enfado, ni siquiera con la tristeza. Ya te digo que el tiempo pasa y ni tú ni yo podemos cambiar eso. Un día estás aquí y al otro ya no. A veces a la gente incluso le da por morirse, y entonces ya sí que no están en ningún sentido. Uno puede marcharse de muchas formas, por distintos motivos, pero al final el resultado es el mismo.
Dirías que acabó bien, en paz, sin cólera. Era una ruptura, pero no terminó de parecer que allí se estuviera rompiendo algo. No habría por qué no volver a visitar la casa de vez en cuando. Allí siempre creíste estar bien.
- Y creo que tampoco me estás escuchando, o soy yo, que me cuesta explicarme. No se trata de ti, te lo repito; se trata de mí. Está sucediendo lo que siempre sucede conmigo. Y en el mundo pasa lo mismo en otras 500 ciudades cada día. No tienes nada de qué arrepentirte. Aunque sí te diré una cosa.
No se puede percibir la pérdida, piensas. Uno no comprende de inmediato que está perdiendo algo. Y si lo hace, es porque se trata de algo que no tiene realmente importancia. Por eso al principio era extraño. A lo mejor no era más que un gesto vacío o un cambio en el tono de voz. Pero a lo mejor no. Y todo esto no le viene nada bien al ritmo de sueño.
- Quizá, pero no deberías hacerme mucho caso. Es una tontería. Ni yo puedo decir qué significado tiene, sólo sé que me dio esa impresión. Quiero decir, la impresión de que todo acabó demasiado bien. Demasiado fácil. Como si alguien hubiera estado esperando a que uno de los dos hiciera algo para impedir que se acabara. Pero que ninguno de los dos se movió. No sé. Es una tontería, créeme, no sé ni por qué lo he dicho.
Sientes que algunas cosas no se pueden olvidar. Cosas que quedan en su contexto, en su pequeña jaula del pasado, pero siempre a la vista. Cosas que desenvuelven pequeñas esperanzas, o que le hacen sentir a uno que ya está, que ya no hace falta nada más. Cuando toca darse cuenta del poco resultado que todo eso ha terminado dando, uno se hace todo tipo de preguntas. Lo mismo no conviene hacérselas. Son la clase de preguntas que uno se hace como con precaución.
- Es sólo que, es como si, lo mismo que el principio estaba ya escrito, también lo estaba el final. Ya me ha pasado antes, ya te lo he dicho. Pero que todo salía en el fondo como estaba previsto. No sé, mira, es que yo tampoco lo entiendo bien. Pero no tiene importancia. Es una, es, olvídalo.
Después todo es aún más extraño. Todo está hueco. Si tiraras una pelota hacia cualquier lugar, no haría más que rebotar de vuelta; hay paredes por todas partes. No hay forma de ver bien lo que sucede a tu alrededor. Nadie sabría decirte bien adónde habría que ir a partir de ahora.
- La cuestión es que así es como ha resultado. Esto es lo que ha pasado. No hay por qué montar una tragedia. Es lo que es. Y yo tengo mis cosas que hacer, y tú tienes las tuyas también. Y yo estoy bien, y tú estás bien. No es nada triste.
Quizá sea miedo. Pero miedoaqué, miedodequé. Es difícil saber si has pasado por esto antes. Tienes la sensación de que sí, pero es difícil recordar cómo o por qué se esfumó. Quizá ya ni recuerdes a qué se debía. Es difícil pensar en estas cosas.
- Quizá cada vez nos veamos menos. Quizá no nos volvamos a ver. Es bastante probable. Si te fijas, tu camino y el mío tienen bastante poco que ver. Nunca habrá ningún problema por mi parte. Estará todo bien. Nos abrazaremos si nos vemos por la calle. Será distinto, pero es que siempre es todo distinto. Nosotros no ponemos las normas.
Es como sentir que algo no cuadra. Que lo que te están diciendo tiene mucha lógica y ningún sentido a la vez. Que si pusieran un arco en tus manos no sabrías ni hacia dónde apuntar. Que deberías estar en otro sitio, haciendo algo distinto, pensando en cosas totalmente diferentes, leyendo un libro, escuchando música, trabajando.
- Yo sé que cuento para ti. Sé que te importo. Y por eso mismo sé que me entiendes. Ninguno de los dos tiene que lamentar nada. Ambos nos deseamos suerte. Queremos que nos vayan bien las cosas. Lo sé.
Que tal vez deberías levantarte de la mesa, marcharte y buscar algún lugar en el que poder hacer todas esas cosas. Y prácticamente es lo que se te está pidiendo que hagas. Pero no puedes, no; aún n:. hay algo que falta. Hay algo que falta por hacer aquí.
- No quiero que suene frío. Pero tampoco puedo hacer nada si lo es. No puedo pretender ser una persona que no soy.
La cama estaba bajo la ventana del cuarto; la movíais una vez al mes para barrer el polvo de debajo. En el recibidor colgásteis uno de esos atrapasueños típicos del Perú, o de Bolivia, donde fuera; luego lo cambiásteis por un muñeco de Mafalda. Nunca os pusísteis de acuerdo en si habría que comprar otro sofá o no. La tele se estropeó un día, pero a ninguno de los dos le interesó llevarla a reparar. Todas estas cosas deberían hacer algo juntas; formar un rompecabezas , completar un puzzle. Formar un todo.
- Hace frío ahí fuera. Abrígate antes de salir.
El jazminero sigue estando ahí, rodeando la puerta. Tras la verja blanca se abre el sendero, poco después se llega a la línea de pinos. Luego puedes quedarte sentado al volante, sin arrancar el coche, mirando al frente. Pensando en lo que quieras. Durante el tiempo que quieras. La casa estará ya lejos.