Repent


Llevé la sangre de aquél hombre durante quince años. Las mujeres a las que amó, los errores de los que nunca pudo redimirse, los lugares que nunca llegó a visitar; todo quedó huérfano de él en cuanto apreté el gatillo. La cárcel no me cambió ni logró que me arrepintiera de lo que había hecho. La muchacha que me esperaba a la salida era la hija de quien maté. “Llevaba quince años esperándote”, dije la verla, soltando la bolsa en que llevaba todas mis posesiones y alzando los brazos al cielo, para que comprendiera que no evadiría mi destino. No obstante, bajó el arma y, tras acercárseme con parsimonia, me tendió una carta. “No sabía qué haría al verle, si dispararle o darle esto. Ahora ya lo sé”. Se dio media vuelta y se marchó para no dejarse volver a ver jamás. En la carta había una única palabra escrita: recuerde. Deseé no haber salido nunca de la cárcel.

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