Cámara de repetición


No recuerdo cómo nos acostumbramos a entrar juntos en el baño. No fue cuestión de confianza: ya el día en que llegó al piso y charló conmigo por primera vez, tras regalarme varios tragos de Jack Daniels y preguntarme si había algún problema en que durmiera con la puerta de su dormitorio abierta, declaró que era una mujer acostumbrada a “compartirlo todo”. Dado que ni yo ni Marcos encontramos motivos para desaprobar su modus vivendi, diría que un día ella empezó a desvestirse sin molestarse en pedirme que la dejara sola. Lo que en otros hogares se hacía en el salón o en la cocina se producía aquí en el baño. Solía sentarme sobre la taza del retrete y, todavía secándome con la toalla, narrar los pormenores del día, mis preocupaciones del momento, mis planes para el futuro, mientras una sombra delgada e imperfecta me contestaba desde algún lugar más allá de la cortina y la nube de vapor. De vez en cuando su frente asomaba junto al surtidor de la ducha, o sus dedos se dejaban ver contra el mármol blanco de la bañera, y así sabía yo que también ella, a su manera, trataba de adivinar el cuerpo que habitaba al otro lado del velo translúcido. Una tarde decidí dejar de imaginar. Se sorprendió al descubrirme a su espalda, pero no retrocedió. Puede que adivinara mis intenciones una fracción de segundo antes de que estas rasgaran la cortina. No sé si tengo motivos para hablar mal de lo que vino a continuación. Poco a poco, y sin que supiéramos de dónde provenía, nos contagió una extraña sensación de impaciencia, una creciente ansia por llegar pronto al crescendo y regresar al lugar del que procedíamos, como si lo que más nos preocupara fuera encontrar la forma de dejar atrás el asunto; enterrarlo precozmente bajo la forma de un juego inocente o un sueño irrepetible. Su cuerpo me recordó de inmediato al de mi ex mujer. Más extrañamente aún, me dio la impresión de que ella miraba, palpaba una simple resonancia, un eco del cuerpo de su ex marido. No volvió a hacerlo conmigo, pero sí con Marcos. Ayer me habló largo y tendido de lo mucho que disfrutó esta vez. Me alegré francamente al oírlo: creo que en esta ocasión sí ha conseguido romper con el pasado.

1 comentario:

Mélanie Laurent dijo...

(Suspiro). Ojalá fuera así de fácil.