So many happy people

Si es que en el fondo es lo que quieres, verlos así. Les vendes tus cacharros para sobrevivir, pero tampoco está de más que se pongan contentos. Tú mira a Nuria, ahí con su molinillo viejo de café, más feliz que un perro con dos colas, dime que no te da algo en el corazón. En el momento en que supe que conseguiría uno para la feria, la llamé. Estas cosas gustan mucho a la gente, pero a ella más que a nadie.

Viene a la feria cada año desde hace un montón de tiempo, siempre preguntando por el molinillo. Acabó contándome la historia; es porque su abuela murió hace tiempo, y ella heredó un molinillo de café viejísimo, de cuando Cristo perdió la barba, y para ella era como si tuviera que cuidar al molinillo para que el espíritu siguiera calentito o algo así; se conoce que la quería mucho. Siempre la pone por las nubes, las cosas que sabía, lo graciosa que era, lo joven que estaba para la edad que tenía, los cuentos que le contaba y la voz que tenía y tal. Uno nunca sabe si es lo que piensan de verdad o si exageran con estas cosas; a la gente le da por hablar bien de los demás cuando ya se ha muerto, como si faltaran cojones para hacerlo cuando están vivos, que es lo que se habría de hacer. Y bueno, que un día se le cayó al suelo, catacrás y adiós molinillo, y ella como que nunca se lo ha perdonado a sí misma, y no sé cuánto tiempo lleva buscando un molinillo igual que el de su abuela.

Nosotros tenemos nuestros secretos, que son secretos para proteger, o sea, protegernos a nosotros mismos. Es lo que todo el mundo hace, ¿no? Hace cientos o miles de años que existen los feriantes, tenemos nuestro codiguillo. Mi abuelo falsificaba a veces él mismo los objetos; los de ahora confiamos en los chinos, que lo hacen mejor. Lo hacen en plan empresa, bien hechos, así a gran escala: cogen modelos reales, hacen réplicas y les hacen mil retoques para que parezcan antiguallas, antiguallas de verdad. Hace un rato le he vendido a un tío un mechero como el que llevaban los yanquis en el Vietnam; era para ver cómo le brillaban los ojos al hombre. Seguro que se monta su película con el mecherito, ahí: la colina de la hamburguesa, los arrozales, este mechero estuvo ahí, qué pasada. Claro que me hace gracia, hombre. Con Nuria es distinto; le tengo cariño. Pero para qué iba a contarle nada. Yo a un tonto no le pido que deje de ser tonto, con tal de que esté contento. Y para estar contento, lo mejor es no saber demasiado. Mi abuelo me lo decía siempre, siempre. Mírame a mí, si no. He sido mago, adivino y feriante. Me he pasado la vida vendiendo mentiras, pero he visto a tanta gente feliz. A tanta. Todos contentos con mentirijillas que a lo mejor no se terminan de creer, vete tú a saber, pero les hace falta creer. Al final, el que termina menos contento soy yo, como siempre. Porque termino sabiéndolo todo, y es un poco triste. Si lo piensas, es un poco triste.


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