VI. Un respiro



Una silueta en el marco.
Dirás ahora que es cuestión de tiempo,

que las velas están aún húmedas.

Y sin embargo, arden.


Centellas. Viajas en tu propio edén

mientras las moscas devoran tus huellas.

Sofocas. Tu propia almohada de néctar
sin borrar una esfinge de tu boca.

Azufre. Tal es el sabor del vino
cuando los brindis en tu nombre aburren.

Olvido. Así es como te bautizo:
en último término, un vahído.

Ahora la candela merma,
devora la profundidad.
Ahora
eres alimento de sueños.
No hay silueta. Nunca más.


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