El Gran Salto

Laura, frunciendo el ceño ante la mordedura del sol, arrojando el cigarro frente a la doble puerta acristalada de la facultad, tridimensionalizando el espectro de las palabras que despertaban en su coleto, ensueña: "las partículas se unen en órganos, los órganos se funden en cuerpos, los cuerpos buscan una palabra que pueda explicar su origen. Decimos: somos distintos, somos especiales, somos superiores; existe una abismal diferencia entre un grupo de individuos y una columna de hormigas. Pero desde un punto de vista demiúrgico, bajo una consideración externa y nunca humana, no existe diferencia alguna. Surgimos, nos extendemos, cazamos / recolectamos, dormimos, nos extinguimos. Lo que yo haga no tiene mayor trascendencia en el curso de la historia que la que tiene, por ejemplo, el batir de las alas de una mariposa. Se ocupa un espacio, se interactúa con un entorno atestado de partículas corporeizadas; finalmente, se muere. Nuestra incapacidad para verlo de ésta manera nos sitúa al final, y no al principio, de la pirámide de las especies".

Jessica, sentándose cuidadosamente en el pupitre, ordenando meticulosamente sus bolígrafos por color, estableciendo márgenes milimétricos en sus hojas DINA-4, medita: "Memorándum: terminar de leer la "autobiografía de un yogui". Pedro tenía razón: no es lo que quiera tu padre, es lo que quieres tú. No es obedecer a una imagen o a una satisfacción; es obedecer a un impulso, a una pulsación. A veces me maldigo por saberme tan inteligente y haber nacido con un cerebro cuyo ritmo excede lo que yo mismo exijo de mí misma. Memorándum: escribir un ensayo sobre los rituales funerarios en el antiguo Egipto. Todos me decían: medicina. Todos me decían: excelencia. Todos decían éxito, patrimonio, caudal, dominio. Mientras tanto, las yemas de mis dedos alcanzaban otra esquina bien distinta. Quizá en un futuro las cosas cambien y Traducción e Interpretación se convierta de pronto en una carrera admirada y codiciada, pero hasta que eso suceda, no faltarán padres que lleven de la mano a sus hijos hacia la supremacía, la conquista acadmémica, la apropiación global que conduce a la nada. Memorándum: recordarle a papá que me debe un viaje a México".

Raúl, debatiéndose entre algarabías internas, comprobando que su estatura sobrepasaba la de todos los demás, recorriendo la curva inferior de la espléndida muchacha sentada junto al bonsai del patio central, se decía: "... y no faltará la típica que venga hablando de su matrícula de honor, ni el snob disfrazado de paria que se jactará de no haber ido a una privada cuando en realidad le habrán rechazado en la misma, el bohemio-romántico que dirá alguna chorrada como: "soy zurdo; el lado artístico del cerebro es el izquierdo, soy un artista completo". Incluso el profesor que, creyéndose carismático, antepone su ilusión de juventud a la pasión por la enseñanza. Todos están aquí. Tengo la sensación de adelantarme siempre a lo que me voy a encontrar, o quizá sea más conveniente decir que en todas partes hay lo mismo. Sé que no soy muy inteligente; por eso me desconcierta el no saber de dónde procede esta virtud. Sí puedo decir que de niño no la tenía, y a propósito: yo recuerdo una infancia muy bonita por mi parte. Tres años repitiendo segundo de bachiller para encontrarme con ésto... ciento cuarenta almas beatas cuyas casas carecen de espejos; creyéndose todos la última coca-cola en el desierto, hasta que el tiempo, el cansancio, las notas (azote de la Verdad) nos devuelvan a todos al planeta que nos corresponde. Siempre voy rápido. Demasiado rápido".

Alfonso, meditando acerca de las últimas líneas de su poema inconcluso, rememorando a golpe de talón los compases de "Don't stop me now", observando el reflejo de su mirada glauca en el ventanal de la sala de actos, degustaba: "adoro cada uno de los gestos de esta chica. Cada poro de su piel deja un rastro de serenidad, una pátina de viveza interior; las huellas de la mente privilegiada. Será que esta profundidad mía, esta "âme artistique" que nunca está quieta se empeña en descubrirme un nuevo significado para el amor cada mañana. ¿Y qué importará de todos modos, si he fracasado cada vez que he intentado convertirme en otro? Este día es genuino. Es irrepetible. Es el día de los días. Vendrán más días de los días, pero éste es el de hoy. Y recuerdo ahora, no sé por qué, esas palabras de Edgar Allan Poe cuando hablaba de "el demonio que habita en cada uno de nosotros y que nos grita '¡salta!' cada vez que nos asomamos al borde del precipicio. Saltar... si alguna vez no lo hice, fue por miedo. Miedo a no saber dónde caerás. No más de esto, Alfonso. No más. Escribe desde hoy las primeras líneas del resto de tu vida, y prende una antorcha para que ese Gran Salto que hoy emprendes sea más nítido y brillante que el mismo sol".

El señor Joan Capdevila, apagando el portátil conectado a la pantalla gigante del muro, observando a los futuros estudiantes abandonar la sala, recogiendo el cartel de "director de la facultad" con que se había presentado hacía escasamente una hora, consideraba: "creo que hay algo innombrable -esperanzador y al mismo tiempo lastimero, patético a la par que tierno- en cada nueva generación que llega a la facultad. Siempre se reconocen las mismas caras, las mismas palabras, las mismas actitudes. Cuatro años después toca entregarles un diploma y deseearles mucha suerte en la vida. Somos como padres no lícitos; a veces incluso perezosos. No se nos puede echar la culpa. No es fácil criar a cien adolescentes cada año, durante... más de treinta años. Jesús. Llegará el momento en que yo deba apartarme, cederle el sillón a otro, leer en silencio a Ovidio mientras la vida en la facultad continúa ya sin mí. La evolución no necesita a nadie: ésta es la ley que relega a la humanidad a su legítima posición; es el precepto que define la poca importancia de nuestros actos, la escasa impronta de nuestras acciones. Salvo, por supuesto, para cuestiones de felicidad. Y a ésa hay que encontrarla en lo más insignificante. Napoleón, Genghis Kan, Josef Stalin: ellos no entendieron ésto. Ninguno de los hombres a los que estudiamos hoy lo comprendieron. Me pregunto si a Anna le apetecerán hoy lentejas, con este calor...".




2 comentarios:

Ilitia dijo...

Espléndido mosaico de personalidades interaccionadas. Representa myu bien lo que es conocerse y curiosear la vida humana, cuando ya llevas un tiempo en la universidad.

Me siento identificada en parte con la chica al pie del bonsai. Creo recordar que alguna vez ha salido algo parecido de mi boca, solo que son los dolores de cabeza lo que van rápido y mi árbol es un sauce :)

Anónimo dijo...

señor joan capdevila, en serio? i'm not suprised...you are so predictable! ;)