Réquiem por un suicida feliz

Y el hombre, siempre inconsciente de la repercusión de sus propias acciones, siempre desconocedor del verdadero alcance de sus virtudes e incluso de cuales son estas, siempre ignorante respecto a la verdadera función por la que pudo venir a parar a este mundo, siempre comportándose cual tierno infante a su biberón apegado o cual bogabante que se muerde la cola, siempre castigándose a sí mismo con invenciones que en un principio deben servir para cubrir una necesidad pero que siempre terminan por subproducir necesidades y caprichos adicionales, siempre procurando darle la espalda a la realidad y olvidarse de los verdaderos problemas presentes en su entorno y en él mismo, siempre aferrado a la necesidad de sostener algo con la mano izquierda mientras trabaja con la derecha, siempre empeñado en perfeccionar un signo distintivo que reafirme un muy superficial magnetismo, siempre obligado a justificar con vanas excusas su incapacidad para desarrollar el pleno potencial de su cuerpo y de su mente, siempre apropiándose sin contemplaciones de todo recurso que la naturaleza dispuso en sabiduría, siempre fácilmente complacido con su diario instante de esparcimiento en el que reposa sus extremidades traseras sobre la mesa y decide dedicar unos minutos para su entera y gozosa abstracción, giró la ruedecilla del mechero y dedicó unos minutos adicionales al inefable placer de matarse.



El dibujo proviene de una verídica campaña publicitaria que Lucky Strike lanzó en navidades de 1930.

2 comentarios:

Ilitia dijo...

Sin duda nuestra ignorancia y corto punto de vista tiene muchas dimensiones y si reperamos en alguna de ellas seguramente no será la más profunda de todas cuales nunca podremos alcanzar y así superar nuestra condición carnal.

Inefable placer, sí. Sin duda, y con razones terriblemente psicológicas y mecánicas. Que lastima dejarse seducir por nuestra condición humana.

nunca contentos dijo...

Un placer fotogénico. Cinematográfico. No hace falta mencionar (por ejemplo) "Casablanca" para que se reproduzcan en la mente elegantes imagenes en las que las volutas de humo nos cautivan... Sin embargo no lo comparto como placer terrenal.