Little Big Chronicles - Vol III

George Gordon Byron
(Lord Byron)

22 de Enero de 1788 - 19 de Abril de 1824




Deberíamos empezar, como él habría hecho, con una pregunta de tintes románticos. ¿Quién puso tamañas alas a la literatura? ¿Cómo el arte de la palabra escrita ha podido evolucionar hasta llegar a adquirir el poder necesario para, en ocasiones, vencer a pulso al mismo ser humano que lo engendró?

George Gordon Byron supone la personificación definitiva del héroe romántico: el perfecto libertino, idealista, revolucionario, que no dudó en vivir bajo riesgo de sacudir las convenciones sociales o de desafiar los límites que su época estableció para lo ético y lo moral. Byron paladeó los placeres del exceso hasta verse devorado por el modelo de héroe que él mismo ideara a golpe de tinta: el sofisticado, misterioso, magnético y autodestructivo héroe byroniano.

La complejidad de su figura parece establecer su origen antes incluso de su nacimiento. Su padre, John 'Mad Jack' Byron, fue un pendenciero capitán de la Guardia Británica que abandonó a su segunda esposa, Catherine Gordon, poco después de obtener de ella el dinero suficiente para cubrir sus deudas. Catherine adquirió desde entonces un carácter inestable y propenso a los altibajos emocionales. John moriría pocos años después, presumiblemente de leucemia, aunque su hijo siempre sospechó que sus constantes deudas le habían empujado al suicidio.



Quien innegablemente sí se suicidó fue George Gordon de Gight, abuelo paterno del pequeño Byron, legando a su nieto el título nobiliario por el que lo conocemos ahora. Lord Byron mostró, ya a muy temprana edad, signos de una personalidad inclasificable. Fue un muchacho travieso, desobediente, desafiante, resentido, enamorado del mar y del peligro, capaz de disparar a su cocinera con un mosquete tras habérsele negado su plato favorito o de golpear en el cráneo con una concha a Lord Portsmouth, amigo de la infancia, después de que éste le agarrara por la oreja. En Harrow, escuela en la que ingresó en 1801, declaró que no continuaría con sus estudios si no se reemplazaba a cierto maestro que le desagradaba. Sus tutores se quejaban de su temperamento, pero, al mismo tiempo, reconocían su talento. Hanson, abogado de la familia, escribiría: "se pasaba toda la mañana en el sofá, absorbido por un libro; pero después, jugando, era el más activo de todos los niños, y siempre sobresalía en los deportes". Escribió sus primeros poemas a los catorce años. El rol del amor y la pasión en sus versos, ardiente y libre de prejuicios, causaría escándalo tanto entre sus rectores como en los críticos, a los que él -siempre desafiante- respondería más tarde con obras satíricas como Bardos Ingleses y Críticos Escoceses (1809).

Ese amor candente, casi desvergonzado, tenía su génesis en las mismas pasiones de su preadolescencia. Byron recordaría por siempre cómo de niño, estando aún en Escocia, la gobernadora Mary Gray se colaba en su cama por las noches para "juguetear conmigo. Eso despertó la melancolía en mi forma de pensar: el tener una vida anticipadamente madura". Sus primeros amores fueron sus primas lejanas Mary Duff y Margaret Parker, mientras que en Harrow se enamoraría locamente de una muchacha llamada Mary Chaworth. "No tiene debilidad alguna, salvo el amor", escribiría su madre. Más tarde, a los veinticuatro años, mantendría un affair con Lady Caroline Lamb, escritora perteneciente a la aristocracia inglesa que ya estaba casada. El asunto conmocionaría a la sociedad inglesa y Byron se vería obligado a abandonarla, aunque Caroline le perseguiría hasta la muerte, llegando a disfrazarse de sirvienta para poder entrar en su casa y escribir: "¡recuérdame!" en uno de sus cuadernos.

La pasión de Byron, sin embargo, escondía capítulos mucho más escandalosos. En Harrow trabó algo más que amistad con otro chico, John FitzGibbon. Durante su etapa universitaria en el Trinity College ( que también fuera cuna académica de Bertrand Russell e Isaac Newton, entre otros) conocería a un estudiante llamado John Eddleston: "con su voz despertó mi atención, con su semblante la atrapó, y con sus modales la usurpó para siempre". Se sabe hoy que John Murray, agente editorial de Byron, hubo de ocultar numerosas cartas que revelaban la bisexualidad del poeta.

Byron no podía vivir sin riesgo. Entre 1809 y 1811, siguiendo una práctica habitual en la aristocracia de la época, realizó el Grand-Tour, un peregrinaje por Europa que se consideraba imprescindible para todo aspirante a viajero consumado. Mantuvo diversas relaciones con miembros de uno y otro género en su paso por Albania, Bélgica, Francia y España. En Atenas se enamoró de una chica de doce años llamada Teresa Mukri y ofreció, infructuosamente, quinientas libras a su familia por dejarla marchar con él.


Su único matrimonio, con el que también daría a luz a su único hijo (al menos, el único reconocido) tardaría apenas un año en desintegrarse. Tras ello Byron abandonaría nuevamente Inglaterra, esta vez para siempre. Atravesó Bélgica a través del Rin y llegó a la señoría de Villa Diodati, en Cologny (Suiza). Allí conocería al escritor Percy Bryce Shelley y a su mujer, Mary. Debemos, a la incesante lluvia que durante tres días cubrió el lugar sin descanso, la gestación de una de las obras cumbre en la historia de la literatura universal.

Marchó después a Venecia donde, además de iniciarse en el activismo político y escribir los primeros cantos de su Don Juan, entraría en contacto con la Orden Merikhatista, una congregación de monjes benedictinos de la Iglesia Católica Armenia. Byron, siempre buscando nuevas pasiones, estudió con devoción la lengua y la cultura armenia y escribió varios tratados de gramática, además de traducir numerosos libros a su lengua materna.

Pero a medida que pasaban los años, el desencanto y el aburrimiento ante una vida que no aparentaba estar encaminada en dirección alguna comenzaron a hacer mella en el poeta. Se uniría al movimiento militar por la independencia de Grecia, por entonces perteneciente al Imperio Otomano, llegando a invertir buena parte de su fortuna en reparar la flota. Alrededor de Febrero de 1824 partió hacia Naupactur con el objetivo de asaltar una fortaleza. Byron, pese a carecer de experiencia militar, había recibido el mando de la flota. Súbitamente cayó enfermo, y las deficientes técnicas médicas de por entonces (era frecuente la práctica de la sangría o "hemorragia inducida") no hicieron sino debilitarle. Dejó de respirar el 19 de Abril de ese mismo año. Se dice que, de haber sobrevivido a la guerra, Byron podría haber sido nombrado rey de Grecia.

Haciendo una síntesis de su rocambolesco periplo vital, es difícil creer que estemos hablando de un hombre que habitó en el mismo mundo en que vivimos nosotros. Su historia de angustia infantil, precocidad sexual, temprana orfandad, rebeldía adolesscente, inestabilidad conyugal, pasión viajera, bisexualidad, adulterio, incesto y muerte guerrera (además de en alta mar) compone la memoria, más que de un mortal, de un imposible héroe de ficción. Y yendo aún más allá, de una de sus propias creaciones literarias. La imagen de Lord Byron retratada por Thomas Philips perdura en el subconsciente popular como la indiscutible, eterna personificación del perfecto romántico. Ciertamente, su biografía parece corresponder no a la un ser humano, sino a la de un ideal: a la glorificación del amor demente, a la beatificación del exceso y el idealismo, al vivo retrato del libertinaje impávido. Su obra poética y el misterio de su figura inspiran hoy una admiración artística sin parangón. El recuerdo de Lord Byron perdura como admirable monumento a la ficción; una ficción que, con más frecuencia de la que advertimos, queda superada por la maravillosa milagrería presente en historias como la suya. Historias asombrosas, magníficas, epopeicas; pero por encima de todo, reales.


1 comentario:

Ilitia dijo...

Un crónica muy bien destilada, redonda, con sus lazos y cabos sueltos que brillan por su ausencia; por eso deduzco que tú eres el autor, lo de siempre ;)

Me encanta que hayas dedicado un rinconcito de el café a una figura d etal calibre. Sabes de mi devoción por el romanticismo, por sus figuras, por sus ápices. Lord Byron fue uno de los vestigios que me hicieron inmiscuirme en tal mundo, su historia, los pensamientos que nunca podremos asimilar como propios. Sin duda es una figura histórica que puede asemejarse con un arquetipo totalmente conseguido; un espiritu ávido de de decandecia y estigmas líricos, de consecuencias premeditadas con rimas. Sin miedo ni prejuicios; que creyeron en sus errores para dejar la creencia vigente de que no hay nada que se aproxime más a la perfección que la propia poesía.

"Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede aniquilar.

¡Acuérdate de mí!…"

Sin duda lo haremos.