"Soy la espina más afilada del tallo", dijo Eva.
"Soy el traje y la nariz del payaso", dijo Libertad.
"Soy todos vosotros a la vez", dijo Bernat. "Soy el cemento entre los ladrillos del muro; en su pálido brillo os véis reflejados".
"Soy yo", dijo Mario, "dinamita y vara de guía. Sabéis quien soy".
"Soy el haz de una lámpara", dijo Neu. "Las texturas olvidan su oscuridad a medida que las alcanzo; mi avance es paciente, pero temerario".
"En estas maletas encaja el peso de toda una vida", dijo Libertad, "pero no sé si los demás lo sienten así. ¿Por qué Brasil? Porque está lejos, porque hay altura y arena y vegetación. Porque es fácil perderse en el viaje y después del viaje. No hay que mostrar piedad alguna por el instante: es nuestro, de pies a cabeza".
"Sé lo que voy a hacer", dijo Eva. "Es un castigo. Sé que consultaré a todos los charcos, espejos y gotas de lluvia que encuentre, y nunca encontraré mi verdadero reflejo. ¡Ni siquiera aquí, en este avión, rodeada de almas que me han acompañado desde siempre! Cuanto más medito lo que voy a hacer, más desaciertos cometo. Le he jurado fidelidad eterna al sinsentido. Adoro el desorden. No soy alguien común. Al menos es algo que todos pueden reconocer en mí".
"En las nubes", dijo Mario, "siempre en las nubes. Hoy ha sido el billete, mañana la cabeza. Los hechos lo son todo, y todo hecho en la vida de Eva pone de manifiesto su insostenibilidad. ¿Habrá en el mundo un ser humano más necesitado de atención y protección? Leí una de esas horrendas poesías que escribe de madrugada: " Soy reina de putas / y sota de venganza". Pienso ahora en el entorno en el que he crecido, sin madre, con un padre que no perdona un sólo error. A Eva Reina-de-putas se le habría quitado la tontería bien pronto. La fortaleza no es cuestión de recibir golpes, sino de aprender a no protestar por ellos".
"Fútbol, televisión, perfumes..." dijo Neu. "Nos reunimos en una situación tan atípica y todo cuanto acertamos a decir son cosas que no nos importan. Hablar porque sí. ¿Y si pensáramos en voz alta en vez de, como hacemos casi siempre, gritar en voz baja? Incluso ahora, en una reunión de viejas amistades, aflora la incapacidad del ser humano por desatar su entero potencial. Sé lo que Eva piensa cuando observa a Mario. Miro a Libertad y, donde todos ven cafeína y guasonería, yo me doy cuenta de que toda esa energía no le sirve para romper su propia máscara, para darse realmente a conocer. Eso es en lo que realmente pensamos todos. Pero por ahora fútbol, por ahora televisión, por ahora perfumes."
"Si Río es un amasijo de lianas", dijo Bernat, "yo soy el arado que los desenredará. Miro al horizonte, sobre la ondulada respiración del pacífico, y sonrío. Siempre hay vida ante los ojos, nunca detrás de ellos. Podría decir que aprendí todo ello gracias a la muerte de mi hermano, pero dicha muerte está también detrás de mis ojos. A mis veintitrés he conseguido todo lo que quería, y al mismo tiempo no me siento completo... Neu es ahora mismo mi horizonte. Me intriga su bizarra rebeldía, su figura envuelta en contradicciones. Esta noche, lo sé, la desentrañaré un poco más".
"La noche se reviste de diáfana oscuridad", dijo Eva. "Noto las miradas de los hombres y me pregunto cual de ellos podría regalarme una huida más desesperada... siento ganas de levitar, pero el vuelo será nauseabundo. Mario tiene ya los ojos puestos en una mulata de caderas animalescas y a mí, como siempre, me arrastra la corriente como a una muñeca deszurcida. Hora de abrir la segunda botella".
"Y podría saltar hasta el infinito", dijo Libertad, "y proclamar que esto es todo cuanto he querido siempre, y entregarme a una noche de sexo salvaje. Pero, ¿y el día de mañana? ¿Cuándo empezaré a medir mis propios pasos? ¿Cuando podré abrir los ojos y encontrarme, bajo las sábanas, una mirada que me comprenda? Aquí y allá sigo siendo la nariz del payaso. Abro y cierro la función a voluntad. Pero al caer el telón, el intérprete queda dolorido entre sombras...".
"Es como bruñir la vieja madera", dijo Neu. "En el silencio del muelle, en la espontaneidad de sus palabras. Así es como se conoce a un ser humano. Muy a pesar, he sido siempre una rareza; eso me permite distinguir la autenticidad del momento. De pronto, me descubro deseando que... y yo nunca he querido sentir, sino hacer sentir".
"La veo en el sofá de mi casa", dijo Bernat, "ordenando metódicamente sus libros como ella hace, sonriendo con su particular distancia al preguntarle si quiere una taza de café. La veo en mi cama, dejándose acariciar mientras descubro la densidad de su alma más allá de sus impenetrables ojos oscuros. Ahora bien: ¿la veo realmente a mi lado? Esta mañana ha salido del hotel sin decirme ni una sola palabra, como si anoche sólo hubiéramos hecho el amor en alguna inverosímil fantasía. Eva le ha recordado que le tocaba pagar hoy la habitación, y Neu ha reaccionado con violencia. Esa excentricidad bien puede ser la verdadera razón de su aislamiento, de su independencia... y de muchas más cosas".
"No soy el responsable de sus miserias", dijo Mario. "Algo tan sencillo de entender y, a la vez, lo que me convierte en un desalmado a ojos de la mayoría. No les he querido regalar mi camiseta a esos niños. ¿Y qué cambia eso? Todo acto de bondad tiene una repercusión desequilibrante: en su favela bien podrían haberlos matado a tiros por esa puta prenda de marca. Eva me ha dado un ejemplar de "El Principito"; según ella, tengo mucho que aprender. Es una lástima que la naturaleza de cada uno no cambie nunca. Eva es y será siempre esclava de su sensiblería".
"Acabo de recordar a Julián", dijo Neu, "cuando desperté a su lado y dijo que era imposible no quererme. Es increíble, pero el olvido siempre deja su trabajo a medias. Todos tenemos una memoria selectiva; la pregunta es: ¿en función a qué trabaja? Me da la impresión de que Libertad y Mario no recordarán de este viaje nada que pueda servirles en un futuro. Bernat tal vez no necesite recordar nada: es un alma camaleónica, sobreviviría aquí tan bien como en una isla desierta. En cuanto a mí... en cuanto a mí..."
"He visto aves azules resplandecer como dedos eléctricos deslizándose por entre las nubes", dijo Eva. "He visto caimanes rompiendo el río con sus verdosas espaldas en forma de flecha. He visto el hombre, la mujer, la luz, la serenidad, la desintegración, la disparatada melodía del otro lado del mundo. ¿Y de mí? ¿Qué demonios he visto de mí? El tiempo me oprime primero y se libera después, como la cuerda de una guitarra decrépita y desafinada. Regresamos ya a la estupidez de una vida que nos detesta. El fin de la esperanza nos pide el billete en la puerta de embarque número seis".
"Hora de despertar, supongo", dijo Bernat. "Y en casa el uniforme, el despacho, los saludos, el examen para capitán, el seguro del coche... es extraño ponerse el cinturón a la vuelta, sabiendo que dicha acción supone un cierre, un carpetazo, cuando a la ida fue como la apertura de un movimiento musical. No obstante, el camino es largo. La ascensión nunca termina. El principio de este día es eterno".
"Sé que algún día volveré", dijo Libertad. "Lo mejor que puedo contar de mi vida es que siempre hay alguien esperándome en algún lugar. Hay mañanas en las que despierto pensando que soy dueña y señora de mis pasos, y siento que de mis pasos depende la estabilidad del mundo. En otras ocasiones, el mundo zozobra y mi garganta es un pozo cubierto de telarañas. ¿Pero qué sentido tiene, digo ahora, llenar de recuerdos un baúl cuando siempre habrá que vaciarlo de nuevo? Quedan muchos ríos en los que bañarse. Ya veo la línea de nubes capitulando ante el poder de los motores, sucumbiendo al empeño del hombre... y mañana, más arriba, aún más arriba...".
"Soy el traje y la nariz del payaso", dijo Libertad.
"Soy todos vosotros a la vez", dijo Bernat. "Soy el cemento entre los ladrillos del muro; en su pálido brillo os véis reflejados".
"Soy yo", dijo Mario, "dinamita y vara de guía. Sabéis quien soy".
"Soy el haz de una lámpara", dijo Neu. "Las texturas olvidan su oscuridad a medida que las alcanzo; mi avance es paciente, pero temerario".
"En estas maletas encaja el peso de toda una vida", dijo Libertad, "pero no sé si los demás lo sienten así. ¿Por qué Brasil? Porque está lejos, porque hay altura y arena y vegetación. Porque es fácil perderse en el viaje y después del viaje. No hay que mostrar piedad alguna por el instante: es nuestro, de pies a cabeza".
"Sé lo que voy a hacer", dijo Eva. "Es un castigo. Sé que consultaré a todos los charcos, espejos y gotas de lluvia que encuentre, y nunca encontraré mi verdadero reflejo. ¡Ni siquiera aquí, en este avión, rodeada de almas que me han acompañado desde siempre! Cuanto más medito lo que voy a hacer, más desaciertos cometo. Le he jurado fidelidad eterna al sinsentido. Adoro el desorden. No soy alguien común. Al menos es algo que todos pueden reconocer en mí".
"En las nubes", dijo Mario, "siempre en las nubes. Hoy ha sido el billete, mañana la cabeza. Los hechos lo son todo, y todo hecho en la vida de Eva pone de manifiesto su insostenibilidad. ¿Habrá en el mundo un ser humano más necesitado de atención y protección? Leí una de esas horrendas poesías que escribe de madrugada: " Soy reina de putas / y sota de venganza". Pienso ahora en el entorno en el que he crecido, sin madre, con un padre que no perdona un sólo error. A Eva Reina-de-putas se le habría quitado la tontería bien pronto. La fortaleza no es cuestión de recibir golpes, sino de aprender a no protestar por ellos".
"Fútbol, televisión, perfumes..." dijo Neu. "Nos reunimos en una situación tan atípica y todo cuanto acertamos a decir son cosas que no nos importan. Hablar porque sí. ¿Y si pensáramos en voz alta en vez de, como hacemos casi siempre, gritar en voz baja? Incluso ahora, en una reunión de viejas amistades, aflora la incapacidad del ser humano por desatar su entero potencial. Sé lo que Eva piensa cuando observa a Mario. Miro a Libertad y, donde todos ven cafeína y guasonería, yo me doy cuenta de que toda esa energía no le sirve para romper su propia máscara, para darse realmente a conocer. Eso es en lo que realmente pensamos todos. Pero por ahora fútbol, por ahora televisión, por ahora perfumes."
"Si Río es un amasijo de lianas", dijo Bernat, "yo soy el arado que los desenredará. Miro al horizonte, sobre la ondulada respiración del pacífico, y sonrío. Siempre hay vida ante los ojos, nunca detrás de ellos. Podría decir que aprendí todo ello gracias a la muerte de mi hermano, pero dicha muerte está también detrás de mis ojos. A mis veintitrés he conseguido todo lo que quería, y al mismo tiempo no me siento completo... Neu es ahora mismo mi horizonte. Me intriga su bizarra rebeldía, su figura envuelta en contradicciones. Esta noche, lo sé, la desentrañaré un poco más".
"La noche se reviste de diáfana oscuridad", dijo Eva. "Noto las miradas de los hombres y me pregunto cual de ellos podría regalarme una huida más desesperada... siento ganas de levitar, pero el vuelo será nauseabundo. Mario tiene ya los ojos puestos en una mulata de caderas animalescas y a mí, como siempre, me arrastra la corriente como a una muñeca deszurcida. Hora de abrir la segunda botella".
"Y podría saltar hasta el infinito", dijo Libertad, "y proclamar que esto es todo cuanto he querido siempre, y entregarme a una noche de sexo salvaje. Pero, ¿y el día de mañana? ¿Cuándo empezaré a medir mis propios pasos? ¿Cuando podré abrir los ojos y encontrarme, bajo las sábanas, una mirada que me comprenda? Aquí y allá sigo siendo la nariz del payaso. Abro y cierro la función a voluntad. Pero al caer el telón, el intérprete queda dolorido entre sombras...".
"Es como bruñir la vieja madera", dijo Neu. "En el silencio del muelle, en la espontaneidad de sus palabras. Así es como se conoce a un ser humano. Muy a pesar, he sido siempre una rareza; eso me permite distinguir la autenticidad del momento. De pronto, me descubro deseando que... y yo nunca he querido sentir, sino hacer sentir".
"La veo en el sofá de mi casa", dijo Bernat, "ordenando metódicamente sus libros como ella hace, sonriendo con su particular distancia al preguntarle si quiere una taza de café. La veo en mi cama, dejándose acariciar mientras descubro la densidad de su alma más allá de sus impenetrables ojos oscuros. Ahora bien: ¿la veo realmente a mi lado? Esta mañana ha salido del hotel sin decirme ni una sola palabra, como si anoche sólo hubiéramos hecho el amor en alguna inverosímil fantasía. Eva le ha recordado que le tocaba pagar hoy la habitación, y Neu ha reaccionado con violencia. Esa excentricidad bien puede ser la verdadera razón de su aislamiento, de su independencia... y de muchas más cosas".
"No soy el responsable de sus miserias", dijo Mario. "Algo tan sencillo de entender y, a la vez, lo que me convierte en un desalmado a ojos de la mayoría. No les he querido regalar mi camiseta a esos niños. ¿Y qué cambia eso? Todo acto de bondad tiene una repercusión desequilibrante: en su favela bien podrían haberlos matado a tiros por esa puta prenda de marca. Eva me ha dado un ejemplar de "El Principito"; según ella, tengo mucho que aprender. Es una lástima que la naturaleza de cada uno no cambie nunca. Eva es y será siempre esclava de su sensiblería".
"Acabo de recordar a Julián", dijo Neu, "cuando desperté a su lado y dijo que era imposible no quererme. Es increíble, pero el olvido siempre deja su trabajo a medias. Todos tenemos una memoria selectiva; la pregunta es: ¿en función a qué trabaja? Me da la impresión de que Libertad y Mario no recordarán de este viaje nada que pueda servirles en un futuro. Bernat tal vez no necesite recordar nada: es un alma camaleónica, sobreviviría aquí tan bien como en una isla desierta. En cuanto a mí... en cuanto a mí..."
"He visto aves azules resplandecer como dedos eléctricos deslizándose por entre las nubes", dijo Eva. "He visto caimanes rompiendo el río con sus verdosas espaldas en forma de flecha. He visto el hombre, la mujer, la luz, la serenidad, la desintegración, la disparatada melodía del otro lado del mundo. ¿Y de mí? ¿Qué demonios he visto de mí? El tiempo me oprime primero y se libera después, como la cuerda de una guitarra decrépita y desafinada. Regresamos ya a la estupidez de una vida que nos detesta. El fin de la esperanza nos pide el billete en la puerta de embarque número seis".
"Hora de despertar, supongo", dijo Bernat. "Y en casa el uniforme, el despacho, los saludos, el examen para capitán, el seguro del coche... es extraño ponerse el cinturón a la vuelta, sabiendo que dicha acción supone un cierre, un carpetazo, cuando a la ida fue como la apertura de un movimiento musical. No obstante, el camino es largo. La ascensión nunca termina. El principio de este día es eterno".
"Sé que algún día volveré", dijo Libertad. "Lo mejor que puedo contar de mi vida es que siempre hay alguien esperándome en algún lugar. Hay mañanas en las que despierto pensando que soy dueña y señora de mis pasos, y siento que de mis pasos depende la estabilidad del mundo. En otras ocasiones, el mundo zozobra y mi garganta es un pozo cubierto de telarañas. ¿Pero qué sentido tiene, digo ahora, llenar de recuerdos un baúl cuando siempre habrá que vaciarlo de nuevo? Quedan muchos ríos en los que bañarse. Ya veo la línea de nubes capitulando ante el poder de los motores, sucumbiendo al empeño del hombre... y mañana, más arriba, aún más arriba...".