Lacra



“Al recibir tu primer regalo de cumpleaños, están naciendo tus expectativas. Al siguiente cumpleaños desearás otro regalo, y al siguiente un regalo superior al anterior. El año que no recibas lo que deseabas, te sentirás asombrosamente frustrado."

"Desde niños, desde siempre, nos hemos acostumbrado mucho a recibir… y bien poco a dar. He aquí el problema”.

Escuchando palabras como ésta de boca de un monje budista es fácil tener la sensación interior de que miles de gotas ya casi secas vuelven a florecer. Nunca es tarde para echar un vistazo atrás y decidir que, definitivamente, hemos hecho muchas cosas dignas de corrección.

Nuestro camino es una pugna constante por pulir las muchas impurezas que asoman y permanecen. Si estamos hechos de algo, es de errores y desventuras. El orgullo, la euforia, suelen ser pasajeros. Las equivocaciones van de la mano con nosotros hasta el fin.

Cuida tus acciones, cuida tus palabras, cuida tus pensamientos. Son éstas nociones básicas de la doctrica budista, con las cuales no me cabe duda de que todos estamos de acuerdo.

Pero mientras ellos dedican gran parte de su esfuerzo en abrillantar el corazón, aquí nos hemos acostumbrado a una cantinela bien distinta.

Cuida tus labios. Cuida tu aliento. Cuida el olor de tus axilas. Dúchate con sales minerales y aplícate cremas exfoliantes. Cuida tus camisas y tus zapatos. Cuida el aspecto de tu piel, escoge un perfume para cada noche y no olvides tus uñas. Ármate con la mejor de las televisiones, posee la más vasta de las neveras, conduce el mejor de los coches.

¿Qué importarán tu felicidad, tus sueños, tu auténtico yo, mientras gastes tu ridículo sueldo en lo que nosotros te dictemos?

Sé la peor fruta bajo la mejor de las pieles.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante tu reflexión. Me gusta especialmente esa última frase en la que se resume perfectamente lo que podría ser el pulso de la época en la que nos ha tocado vivir: "sé la peor fruta bajo la mejor de las pieles".
Yo también tuve la suerte de conocer a ese Lama, que se estuvo partiendo la caja durante un buen rato cuando le pregunté cómo se llamaba. "Yo no tengo nombre", contestó al fin. Después de darle bastantes vueltas al asunto, creo que al final he entendido lo que quería decir: él no era nadie, había vencido a su yo y a su ego, por tanto no tenía nombre. Era una vasija, un recipiente. Había comprendido que él no vivía la vida, sino que la vida lo vivía a él.
Saludos tibetanos y a seguir dandole al coco!!

Anónimo dijo...

Queremos actualizaciones!! y las queremos ya!!! Lars ande tas metio? :p

Anónimo dijo...

A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos

Ferran Vega dijo...

Anónimo: Cómo me gustaría haber alcanzado ese punto de liberación, poder decir que no tengo nombre, y como bien dices, ser vasija, recipiente... ¿Tendré que huir de la pesadilla occidental para conseguirlo?

A todos os agradezco que paséis por aquí, hacedlo cuando queráis, y disculpad a este muchachuelo que se ha quedado sin internet y anda liadillo (las mudanzas son algo muy puto).

Cris: En cuanto pueda, en cuanto pueda... Un besazo como una casa, niña.

Mawlana: Gracias por subir la categoría de este blog con tus versos. Un abrazo y vuelve cuando quieras: estás en tu casa (tibetana).

Anónimo dijo...

Che, ¿acá no se habla de surf?