II



La victoria sabe al sudor de tus manos

sosteniendo un gemido en el pecho.

Desatar un enigma en tus labios;

es ver tu sombra vencida al ocaso

y poderla, por siempre, rememorar.


Presenciar una muerte deliciosa:

tú y yo, siluetas sinuosas

a las olas del tiempo rendidas.

Poder ver manchas de acuarela

donde antes bailaban las cortinas,


y tu llama cubrir de rojo el entorno.

El dulce veneno de oscuridad

rompe una tregua entre dos alientos;

caída al vacío en la que imploro

que nadie me quiera rescatar.


Es no saber qué tierra estarás pisando

después de acostar la última vela.

Es sentirse rey en celda de zángano.

Un instante en el que carne es carne,

y el ardor de tus memorias flamea

en un solo parpadeo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hermoso poema! Y de muy buena calidad, en opinión de una humilde lectora. Sigue escribiendo, pase lo que pase, sigue y sigue. "Cuando uno utiliza su don, no hace falta buscar ningún camino, porque el camino se abre ante él" (son palabras de un derviche. O sea, de un sabio que sabe de lo que habla)

Ferran Vega dijo...

Gracias a ti, lines, he aprendido un nuevo y valioso término (Me sonrojo, y me vuelvo a sonrojar: no sabía lo que era un derviche!)

Pásate por aquí cuando quieras a tomarte un trago. Y si tú tienes algún blog, por favor, ¡házmelo saber!