juan
El gen del líder palpita en una lumbre
Que cabalga en la oscuridad.
El cigarro, ocioso. Imperial.
Un vistazo le basta para inundar
De tierna mezquindad la plaza nocturna,
Destripa su ingenio
Sobre el inocente
Que ronda la proximidad.
Desnuda, su voz pierde autoridad;
nasal coágulo sin coraza,
vago reflejo del quieto dominio
que vibra en el gesto, el sondeo marcial
con que sus ojos disponen el mundo.
¿La capa? ¿La espada? No están.
Doblega y seduce voluntades
Con el certero artificio del dardo verbal.
El astuto ritmo de una mente
Que corre siempre más que los demás.
A su lado, el discípulo:
Retoño valiente que ansía aprender.
Un paso al frente que no ocupa espacio.
Heraldo de una manada
Que nunca aprendió a morder.
Las finas cuerdas de una pálida niñez
Siguen vibrando en su influencia,
Siempre dócil, de aura fiel,
Y una torpe hambre de paciencia
Se dibuja
En su nerviosa delgadez.
Y a lo lejos veo venir
La última silueta. El abrazo al fin:
Una carne familiar, la memoria capturada
Entre dedos. Besos
que no di.
Sus manos devuelven el perfil
De su talento: convierte el lápiz
En su esclavo bailarín,
Y en cientos de papeles, vulnera
Las fronteras
De lo que se puede vivir.
No sabe cuánto la amo.
Pero no hay nada que decir.
Se inclina, empuja el cabello
Hacia atrás. Y ahora, en mi mejilla,
Un rastro eterno. Feliz.