XXVII

Madrid, Barcelona, Alicante, Valencia:
niños malcriados
disputándose una herencia.
Aún me persiguen sus bocados,
El chico es mío, no, es mío
no comprenden esa ausencia
que hoy y siempre he reclamado,
y aunque buscan hueco en mi conciencia,
son sólo un eco apagado.


Londres, Dublín, Amsterdam, Lisboa:
me acogieron en la calma de sus noches,
probé sus platos, manché sus colchas,
dejé un esperma que no admite reproche.
No las imagino llamando a mi alcoba
ni llorando cual pérfido fantoche
si mi historia les niega su cuota.
Son la joya de este broche,
éste, al que nunca añoran.