Danzad, danzad, malditos

Una vez te entregas, ya nada vuelve a ser igual. Con paciencia y sigilo merodeo por un océano de escamas; vibrantes, cálidas, las partículas de una piel que ya es tan tuya como mía extienden su lengua, y con ella me conducen a un agitado nido de avispas, a un temblor de carne en el que se aglomera el tiempo, vagabundo y a la vez inmóvil. Ahora eres llama (me inclino sobre ti y con un único empujón cierro tu termal herida); cinco minutos después eres témpano (que no falte la nicotina post-desastre, las sucias fórmulas de cortesía, los brazos abiertos como falso refugio), y para cuando abandonas el cuarto, eres aún más enigma que ayer, porque he memorizado esas autopistas supracutáneas que son tus tatuajes, y he descifrado el alma que palpita tras esas pupilas que se dilataban, y he grabado a fuego las altisonantes olas que dibujaban tus gemidos; pero el miedo no cesa, pues uno sigue preguntándose qué es lo que realmente ha dejado la noche tras de sí.


1 comentario:

Mélanie Laurent dijo...

Qué curioso. Salvo algún que otro detalle, no recuerdo que fuera así.