Me gusta ser quien ya no puedo ser;
que el viaje inédito sea cierto
y que el sueño viva en este papel.
Hay un viejo poema en el estante.
“Así que Miguel escribía”, pienso,
y me traslado de cuerpo al instante,
y jamás creeríais lo que allí encuentro.
A la mujer del asiento de enfrente
le daré por un minuto mi lugar;
miraré a mi yo de hace un periquete
y veré que no todo es soledad.
Bajará en Sant Joan sin mirar atrás.
Intuyo el amor que al salir le espera
o el padre al que acaba de enterrar:
dimensión que mi silencio procrea.
Puedo ir más lejos, incluso;
charlar con ella sin pronunciar,
visitar su casa sin permiso,
desnudarla sin siquiera palpar.
Ganan así en riqueza mis días,
hurtando vidas que, por decreto,
me pertenecen
en mi fantasía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario