... elle a été ici


Y ahora qué haces, le pregunta, y ¿no lo ves? Pongo mi nombre y el tuyo aquí, en la pared, y pa qué, tía, pues porque así ha de ser. La punta de la navaja se tizna de gris, apenas consigue perforar el yeso, pero laboriosamente se van trazando unas firmes y delgadas iniciales. Laura saca el tercer cigarro y pronto el interior del lavabo se entierra bajo la densidad del humo.
- ¿Y qué? ¿Qué te ha contado la Ogro?
Eva sostiene ahora la navaja con ambas manos. La lengua le juguetea alrededor del piercing de los labios.
- Esa tía es la psicóloga menos psicóloga que he visto en mi vida.
Laura frunce el ceño. Sabe que Eva acostumbra a decir cosas sin mucho sentido, o bien es que ella no la entiende muy bien; aún no está del todo segura. Por algo Eva tiene fama de rarita, ¿no? Rarita pero con mucha cabeza, y se encoge de hombros mientras comprueba el color de sus labios y la altura de sus tetas frente al espejo.
- Se enteró el otro día de mis dibujos- prosigue Eva, enzarzada en una meticulosa batalla contra la pared-. Ya sabes, lo de que dibujo y eso. Dice que tengo mucho potencial.
- Mola- dice Laura, sin dejar de contemplarse.
- Dios, no jodas, ¿potencial de qué?- un proyectil de saliva cae justo bajo sus pies-. Que no se haga crítica de arte, porque se muere de hambre. Me estuvo haciendo comentarios sobre las ilustraciones, y no se enteraba de nada.
- ¿Crítica de arte? ¿Se puede vivir de eso?
- Lo que más me jode- continúa Eva-, es que en el fondo tiene menos idea de qué hacer conmigo que yo misma. Me sonríe como si estuviera encantadísima de ayudarme, pero luego a los profesores les cuenta que no avanzo en las sesiones, que no "progreso adecuadamente". ¿Alguna vez te has parado a pensar en eso?
- Mira, tía- el cigarro descansa ahora sobre la pila del lavamanos mientras se repasa los labios. De un bolsillo de la cazadora, Laura extrae un pequeño cubo de madera oscura-. Esto me lo viendieron en los moros, el jueves, mira cómo queda.
- "Progresa adecuadamente". O sea, es como si hubiera una línea preestablecida para cada paso que das, y todo cuanto se salga de ahí es sospechoso. Yo, por ejemplo. Las cateo todas y siempre las recupero en el último trimestre. Y saben que siempre lo hago. Le echo mucha cara, vale, pero hago lo que tengo que hacer. Ahora a los putos profes les da por decir que soy una mala influencia y que no puedo seguir aquí. Eso es orgullo, tía. Se dan cuenta de que me las apaño bien sin ellos. Les hago sentirse inútiles. ¿Y lo de las faltas de asistencia, y lo de romper la puerta de clase? Una excusa. No nos quieren aquí, y punto.
El trazo negruzco, preciso, se dibuja en torno a unos ojos caprichosos y ausentes. Más abajo, los labios de Laura se mueven: "me dice Toni que, igual, con un par de kilos menos..."
- Este colegio es una payasada. Los profesores no se aclaran y el director hace siglos que tendría que estar en el asilo. La falsedad, tía, eso es lo que no soporto. A veces me da que nos están enseñando a ser tan gilipollas como ellos. ¿Sabes a lo que me refiero, Lauri?
- Eva, tú sabes que el año pasado me violaron, verdad.
El chirrido de la navaja se detiene. Un segundo, dos, tres: en la estancia no hay más que dos miradas. El grifo del lavamanos marca con sus pérdidas la pauta del silencio. Una gota, dos, tres.
- ¿Eso es verdad?
- No.
Una gota, dos, y la sonrisa de Laura hace olvidar a Eva dónde está y cómo ha llegado allí.
- Pero a veces no hay quien te haga callar, sabes.
El abrazo se vuelve paciente, familiar. Eva ya sabe qué viene a continuación: Laura se morderá el labio inferior, después se le moverán las ventanas de la nariz y al final, Laurita, cariñete, se le escapará alguna que otra lágrima, ven aquí y no me llores porque no nos dejamos nada, y se marcharán del instituto para siempre sin mirar atrás, aún nos queda mucho tiempo por delante.
- ¿Tú crees que ha servido de algo? - dice Laura-. ¿Crees que hemos estado aquí por algo?
- No lo sé. Pero hemos estado. Eso lo sé.
Con la campana de las cinco, el cigarro cae en el agua y las botas de cuero dejan sus últimas huellas en el suelo húmedo del aseo. Laura piensa que, antes de salir, estaría bien echarle un último vistazo a la estancia. Eso es lo que hace uno con los lugares que ama cuando sabe que no los volverá a ver, ¿no? Pero Eva le adelanta el paso y ya corretea por el pasillo en dirección a la salida, y ella la sigue, dejando atrás el último eco de sus carcajadas y la navaja en el suelo, junto al último ladrillo del muro. L.M.y E.S. -1999- Y A MUCHA HONRA.




1 comentario:

Déägol dijo...

Qué tiempos aquellos, verdad Lars? A veces me da la sensación de que me los perdí en parte, me gustaría revivir aquellos años en los que la locura adolescente me invadía. Aunque quizá ahora de vez en cuando me siga invadiendo.

Un saludo.