Valencia. Los estratocúmulos gruñen y se revuelven en el lecho: la calurosa hibernación llega a su fin. Rechinan los engranajes del mundo, el océano de aluminio pierde gotas de combustible. Aún entre migrañas, la desorganizada hueste plateada lanza su dormida embestida contra la frontera de la piel.
Entre mis sábanas, veo un desconchado aliento gris mordiendo al mundo. Me parece que el hormigueo de mi propia mente, sin dormir del todo, sin despertar, danza sobre hilos celestes al borde de la ventana. Y si tirara de ellos, tal vez podría despertar. Pero prefiero caminar sobre esta vía de cobre esmaltado por la que avanzo ahora, confiando en que mi confidente me espere en ese apeadero del que me hablaron. Dicen: es una terminal abandonada, donde las hormigas levantan un imperio bajo los cascotes del tejado derruido, donde una dama vestida de negro balancea su paragüas junto al andén, trazando "oes" en el lienzo del aire. Dicen que más allá del apeadero está La Curva: un espejo de adamianto en el que todas las ecuaciones del futuro se manifiestan a través de miles de pedacitos rotos de un espejo. Como si viéramos nuestro futuro en una casita de muñecas, piso por piso, cuarto por cuarto; yo, junto a una mecedora de mimbre, soy una mota en un grano de arroz.
Pero la llovizna sigue desperezándose en Valencia, y las gotas exhiben su ballet sobre las nucas de los viandantes. Son pequeñas y frágiles, pero esas lágrimas mundanas gozan de un poder silencioso sobre los cuerpos. Permean sus ilusiones, empañan sus visiones de futuro, soterran sus espíritus en un baño tibio. Hinchan el vientre de sus viejos colchones hasta que no les queda más remedio que - en fin - despertar de un mal sueño.
2 comentarios:
"Un espejo de adamianto en el que todas las ecuaciones del futuro se manifiestan a través de miles de pedacitos rotos". Yo pienso que cada vez que no tiramos de esos hilos celestes, cuando la bruma del sueño nos engulle, tenemos frente a frente ese espejo (y que mejor que un espejo) para ver cada una de esas motas rotas y desordenadas que somos nosotros. Al mismo tiempo nos preguntamos por qué está roto, porque quizás lo esta el mundo o porque acaba de terminar el estío para poder dejar permear la lluvia.
Como has descrito mucho más, parecía más pausado. Me ha gustado eso. Pero también es genial los elementos que has elegido para describir y sus metáforas (como el sueño, los hilos celestes, el espejo..) y terminas con la lluvia. Es como una inducción-deducción-inducción, además englobas esa especia de sueño con el tiempo y después lo dejas en como nos permea.
Te diré algo: (mau)
"[...] Me parece que el hormigueo de mi propia mente, sin dormir del todo, sin despertar, danza sobre hilos celestes al borde de la ventana [...]
Te leo y pienso: "Joder, ¡que bueno!"
;->
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