Me encanta mirarme en el espejo y devolverme la mirada. ¿Sabes por qué? Porque está vacía, imbécil de mierda. Es como plantarse frente a un tipo con tal cara de besugo que sólo piensas en cómo destrozársela.
A ella la he dejado en la cama. Te lo juro: si llego a quedarme un segundo más allí me muero. De hecho estoy considerando seriamente la posibilidad de salir por la puerta y dejarla sola, para que cuando despierte se crea que todo ha sido un sueño. Te digo que caminaría en pelotas hasta el mediterráneo y seguiría nadando, como si fuera un conejito a pilas. Te preguntarás qué coño habrá pasado para que hable así. Si en el fondo soy un buen tipo, ¿no? Y qué mierda sabrás tú. Besugo.
Le contará a sus amiguitas que hemos estado haciendo el amor. Que la miraba a los ojos y que veía cosas hermosas reflejadas en los míos. Que nos fuimos al mismo tiempo y Oh qué hermoso Oh Alberto Sigue por favor. ¿No me entiendes, joder? Tendrá que mentir. Tendrá que mentir como nunca lo ha hecho. Se tendrá que rebajar al nivel de un perro para hacerlo, y ni siquiera será consciente de haberlo hecho. Yo... en fin, yo me estoy mirando al espejo y veo cosas muy distintas. Lo que quiero decir es que este lavabo huele a gatos muertos, y el sudor me tapona los poros de la piel y me ahoga, y el suelo del lavabo está la rehostia de frío bajo las plantas de los pies, y tengo que escupir en la pila todos esos besos y abrazos y mimitos de hace unos minutos. Fíjate bien. ¿Habías visto algo tan asqueroso en tu vida? Esta saliva espesa, este fango oscuro duele aún más cuando está fuera de ti que cuando está dentro.
Sí, claro. Y ahora me vendrás con esas. Que si la quiero y tal. Tú nunca escuchas a la gente, ¿verdad?. Por eso estás como estás.
Abriré la puerta y estará desnuda, boca arriba, con su bonito ombligo y esos pedazos de ronquidos que exhala y que destrozan por completo todo cuanto un cuerpo hermoso puede dar de sí. Me acercaré despacio, de pies en punta, te digo que ni respiraré, pero se despertará igualmente porque sabrá que estoy ahí, como un gallo ciego sabe que va a salir el sol. Y joder, tendré que pasarle el brazo sobre el pecho y decirle que la quiero y Qué hermosa eres y contarle Nada, a fin de cuentas.
Creo que me vas entendiendo. Seguro que ya se te hace más claro el por qué de querer destrozarte la cara. Te veo como desfigurado. Sí, eso que me sale de los nudillos es sangre. No sólo mía; también tuya. Estamos juntos en esto.
¿Sabes qué? Creo que dormiré en el sofá. La ventana del salón está abierta y entra un aire agradable. A ella le diré que no soporto los ronquidos. Todo un as en la manga, ¿verdad?
Retrato de George Dyer en un espejo, Francis Bacon (1968).
1 comentario:
¿Cómo se respira sobre la piel de una novela negra? He disfrutado leyendolo ^^.
Un beso.
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