Poeira

Nicolette Bourdon

15 décembre


"Autrui, c'est l'autre, c'est-à-dire le moi qui n'est pas moi" (J.P.S.)


Je suis français. La frase construye su propia extrañeza, letra por letra, mientras se precipita hacia su escandaloso punto y final. ¿Cuánto hace que llegué aquí? El tiempo transcurrido no se corresponde con lo que contesta el espejo de mi habitación; y de hecho, todo parece haber ido en dirección contraria. La ropa que visto, el color de mi piel, el volumen de mis senos; todo ha experimentado un retroceso ávido de infancia que no puede ser dulce. Mi rostro es lo único que parece negarse a someterse a este extraño pliegue temporal: la sonrisa más exhausta, los párpados más cerrados, la expresión más comprometida con una tercera edad antipática y pesimista.

Mais je suis trés jeune. Me obligo a recordarlo dos veces al día. Una por la mañana, cuando el calor de mi cama parece un horizonte y el azote invernal de la calle parece un claustro, y otra por la noche, cuando mis compañeros de piso duermen y el violento silencio se vuelve contra mí. Joaquín, Joaquín, Joaquín; el más insignificante movimiento lleva su nombre a la espalda, jugando a ser mi sombra. La herida es aún reciente; debe serlo, pues no he tenido tiempo para dejar de sangrar. Los españoles me miran y ven un arquetipo: francesa de aire melancólico, Bohême porque sí, romántica sin rechistar, y un perpetuo ritmo de acordeón muerto como banda sonora. Soy un ser triste, no puedo ni quiero negarlo, pero algo ha cambiado. Oui, oui, Joaqoui.

Me había acostumbrado a que la clase de portugués fuera mi santuario. Por el ambiente, porque no me siento extranjera, porque Laura y Didac pueden comunicarse conmigo a un ritmo de tres idiomas por minuto y toda mi vida se queda paralizada al frente de la puerta del aula, sabiendo que no podrá atenazarme de nuevo hasta que yo salga. Pero no ha sido así esta mañana. Estas cosas pasan: una conversación anodina, un nombre pronunciado al azar, y de pronto me llamo imbécil por no haberme atrevido a borrar esos mensajes del móvil, o por no tirar el móvil por la ventana cuando tuve la oportunidad. A tu alrededor, la naturaleza sigue su curso inalterable: hay risas que suenan a ironía sin pretenderlo, hay miradas que ofenden a tu cobardía, y entonces a la profesora se le ocurre poner una canción para despedir la navidad; una canción brasileña, insoportablemente festiva, que te hace sentir como el único monstruo en un circo de seres humanos cuando todos cantan y palmean mientras tú te tragas las lágrimas en una esquina. La pantalla muestra a la cantante más atractiva de sudamérica, y su poderoso, pegadizo, estúpido estribillo se contagia en todas las bocas del aula. Poeira, poeira. El descubrimiento es insoportable: la felicidad está ahí mismo, prefabricada, empaquetada, gratuita, y tú eres incapaz de tomarla. Poeira, poeira, cantan todos; levantou poeira. Français, et jeune, et pathétique.



1 comentario:

Déägol dijo...

El sinsentido de la vida y el mal de amores...