Acuario


- No- dijo él-. No querría hacerlo.
Se había estirado hasta que las piernas, antes enmarañadas entre las de ella, se volvieron paralelas. Ella sintió un roce gélido surcando las puntas de los dedos de sus pies, y cerró los ojos un instante.
Él había comenzado a hablar. Y por lo que se adivinaba, iba a decir algo totalmente inesperado. Retuvo la mirada un par de segundos más.
- No. Prefiero hacer esto.
Se inclinó con suavidad y pasó los labios por la frente desnuda.
- O esto.
Ladeó la cabeza para poder desgustarle el lóbulo de la oreja, que se escurrió como un pedazo de carne tierna por entre los los labios húmedos.
- O esto.
Y jugó por tercera vez con los labios, esta vez para acariciar el inferior de ella, tan despacio que tuvieron que cerrar los ojos para notarlo. Ahora se sentían nadar dentro de un acuario cálido.
- Pero nada más.
Las paredes eran de un color ambarino muy brillante. Si hubieran optado por un transcurso distinto esa noche, si hubieran permanecido en el restaurante para postergar la cena de negocios, si aún estuvieran moviendo piernas y caderas en la pista parpadeante, ¿qué hubiera sido de todo aquello?
A este pensamiento, él le añadió gotas de su inspirada cosecha. ‘Habrían pasado años hasta tener otra oportunidad para decirlo. Habría recorrido una noche larga y tortuosa en la intimidad de mi habitación, escribiendo una frase que quizá jamás hubiera llegado a pronunciarse’.
Ella miraba a su amigo, que ya no era tal sino un dúo alarmente de ojos grises que la arrastraban, sin pedir permiso, al fondo del acuario. Miraba a su amigo y se preguntaba porqué había de ser su amigo.
- Has crecido mucho últimamente, Marcos.
Él se adelantó. Entre sus brazos, ella giró el cuerpo y hundió la espalda contra él. Ahora ambos miraban en la misma dirección: la puerta de marrón antiguo no ahogaba un frenético ritmo de fiesta que provenía del sótano. A poco de que amaneciera, ella dudaba de que quisiera hacer cosa al día siguiente.
Sería domingo. ¿Porqué no quedarse en la cama, estirando las horas, hasta que tal vez él cambiara de opinión?
- Podrías apagar la luz. Es buen momento.
La lamparita murió de pronto y Marcos siguió haciéndole cosas que no hubiera hecho en ningún otro momento, sin llegar a hacerle lo que había deseado en todo momento.

1 comentario:

Ilitia dijo...

Gracias por tu comentario. Como no cabe a duda, yo no voy a igualar ni siquiera a intentar una aproximación digna a la retorica de tu comentario. Solo decir que te he agregado recientemente a los enlaces ya que soy seguidora veterana y a la vez la mas benjamina de café Machado, ya sea por casualidades de la vida. La verdad, sublime. Y sino bastará con decir que en noches tan largas inspiras a una joven servidora ^^.