A medida que el ser humano progresa, sus tentativas por esquivar a la muerte se vuelven cada vez más desesperadas. Década tras década hemos sido testigos de invenciones y aplicaciones destinadas a mejorar la calidad de vida de un hombre, y con ello, su esperanza media de longevidad: penicilina, fármacos, productos de higiene, neveras, microondas, dobles cerraduras en las puertas. Sería lógico suponer que todo esto fortalece la sensación de seguridad personal, pero no es así. Los aparatos electrónicos fallan y explotan. La estufa prende la alfombra al menor descuido. El motor del avión se estropea en pleno vuelo. Los antidepresivos provocan adicción. La mano del cirujano se desplaza un milímetro y nos provoca una lesión irreversible. Nuestro ritmo de vida opta por sacrificar la paciencia por la velocidad, el trabajo por la comodidad. La mortalidad ha ido de la mano con todo ello. Es tal la astucia con que la muerte ofusca al ingenio del ser humano, que ahora pocas parejas prefieren tener más de un hijo. En pocos años seremos la generación más anciana que jamás haya habitado este planeta.
Los tibetanos consideran que una defunción no es motivo de tristeza, sino el momento de la liberación del alma para su posterior reencarnación. El hara-kiri, según el código Bushidô de los samuráis, no supone un acto de cobardía sino una oportunidad para restablecer el honor personal. El mismo código legaba la siguiente frase: "un samurai piensa constantemente en la muerte". En una conversación media europea, la muerte es un asunto que no suele figurar. Nuestra cultura sortea dicha noción, como si con ello nos aferráramos a una ilusión de inmortalidad. Hemos adiestrado a nuestro pensamiento para eludir a la muerte. ¿Cómo hemos adquirido esto? Parece ir en contra de la lógica. Lo único que podemos dar por sentado en nuestra vida es que llegará un momento en que dejaremos de ser. La deposición de la muerte en la conciencia se ha visto acompañada por una declinación de la responsabilidad: hace unas semanas, cuando un tren arrolló a más de treinta jóvenes que celebraban la noche de San Juan en Castelldefels, el consenso popular apuntaba a la ausencia de sensores y otras medidas de seguridad como causa principal del accidente. Era como si se negaran a reconocer el riesgo voluntario que supone cruzar de noche una vía por la que circulan trenes de alta velocidad. Un resorte psicológico se activa ante la amenaza de una idea que implica responsabilidad; patrón que ya ha sido detectado en desgracias similares, como cuando se acusó a Marilyn Manson de incitar los asesinatos de Columbine, o cuando se extendió la idea de que los juegos de rol impelían al crimen. Nos convertimos en sumideros de grasa y culpamos a los restaurantes de comida rápida. Morimos de cáncer de pulmón y denunciamos a las compañías tabacaleras. No encontramos motivo alguno para sentirnos responsables de nuestras propias elecciones.
Creo que toda madurez depende esencialmente de la valentía. El progreso, ya sea personal o colectivo, sólo se produce tras la asunción de una idea que obliga a pasar una goma de borrar sobre el pasado. La idea de la muerte como parte indivisible de la vida, en lugar de como contraposición a la misma, es una de las más elementales. Ya dijo Eduard Punset que "la gente está muy preocupada con lo que pueda pasar después de la muerte, en lugar de estar preocupada por saber si hay vida antes de la muerte". Todo ser humano se pregunta en algún momento: ¿cómo se me recordará cuando ya no esté aquí?. Si nuestra intención es servir como ejemplo de algo, podemos empezar desde hoy... en lugar de esperar a que nuestros hijos escojan un modelo de ataúd para que se nos recuerde adecuadamente.
Peter Brueghel, El triunfo de la muerte (1562). Museo del Prado, Madrid.
2 comentarios:
Muerte como liberación del alma... Espero que esta idea se convierta en mi goma para borrar la tristeza.
Sabias palabras de Eduard Punset: preocupémonos por la vida que disponemos antes de la muerte.
Sabio ejemplo el que contemplo, viéndola encarar lo que viene sin perder de vista lo poco que queda.
Sin ninguna duda, cada cuál es responsable de su vida, y de alguna forma de su muerte.
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